El Día del Lector es en homenaje a Jorge Luis Borges



Este 24 de agosto, se cumplen 122 años de su nacimiento y quiero que lo recordemos con libros.

Para hablar de seres fantásticos y maravillosos, uno de los más bellos es "El libro de los seres imaginarios", de Jorge Luis Borges. También, puede serlo un libro que lo homenajea y acerca Borges a los niños: "El mono de la tinta", que escribió Iris Rivera e ilustró Fernando Calvi , para la colección Azulejos de la Editorial Estrada. 


El mono de la tinta vive en la casa de Georgie, un escritor que está perdiendo la vista de a poco y se ayuda con un bastón. También viven allí: la madre del escritor, Leonor, el gato Beppo y Fanny, la empleada.              

Georgie y el mono pasan juntos mucho tiempo, divirtiéndose tanto que su madre suele preguntarle si ha llegado a visitarlo su amigo Adolfo. Al mono lo atrae especialmente un enorme libro que está abierto sobre el escritorio y también, de modo irresistible, un tintero antiguo que la empleada mantiene lleno todos los días y él se encarga de vaciar, debido a la necesidad vital, casi adictiva que tiene por ese líquido negro. En ese libro habitan extraños seres y el mono no puede resistir la tentación de zambullirse de cabeza dentro de él, no sin antes haber tomado unos tragos de tinta.

Mientras está dentro del libro ellos conversan y el escritor disfruta las andanzas que vive el mono, pero está muy alerta, atento a salvarlo, si la cosa se pone muy fea. Es por eso que no quiere que el mono se introduzca en el libro cuando él no está. Claro que tratándose de este mono, eso no va a ocurrir y estará en peligro de muerte muchas veces. Cosa que a Fanny, que no lo quiere ni un poco, esto la entusiasma, lo mismo que al gato que se la tiene jurada.

Una vez adentro, el mono de la tinta llega a lugares increíbles y se encuentra cara a cara con seres fabulosos como: la venenosa Anfisbena, un poderoso Dragón con aliento de fuego, el terrorífico Mantícora con quien vivió una experiencia espeluznante, donde corrió mucha sangre. Sangre de monos y sangre negra. Estaba gravemente herido y casi resignado, cuando sus ojos se cruzaron con otros ojos de su especie, desde el corazón. Ella lo curó, lo salvó, pero de pronto ya no la vio más al ser rescatado del libro por la persona menos pensada. 

A partir de este suceso, sólo quiere encontrar a la monita de la fonda, pero Fanny le cerró a propósito el libro. Cuando logra abrirlo, comienza a pasar desaforadamente las páginas buscándola. Así frente a sus ojos se despliega una galería, poblada por todos los seres fantásticos desde el principio de los tiempos. Entre tantos ve al Gran Pez, a las Arpías, a Baldanders, la Mandrágora, el Ave Fénix… Ve a todos, a ella no. Desesperado y sin quererlo esta vez, cae dentro del libro al encuentro del A Bao A Qu. ¿Será ésta su última aventura? ¿Volverá a encontrarse con Georgie y los demás habitantes de la casa con los que también vivió momentos inquietantes?  

Sin embargo hay un ser fantástico del que Georgie le habla al mono de la tinta, uno que aún no logra descubrir y es el más importante de todos, que no está adentro del libro. Es ese que: “Mira y saborea… Se lleva lo que le gusta...a su mundo... con los ojos... todo...Él te está viendo. También a mí. Y nos está llevando …”


Este hermoso libro está en nuestros estantes, te invito a que lo pidas para leer.


José de San Martín, el general de todas las epopeyas.



En un país en el que se conmemoran las muertes y no los nacimientos, y aún esas fechas se corren según el calendario turístico, este año el feriado es el 16 y no el 17 de agosto, donde se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del libertador, don José de San Martín. 

Como grande que era, nunca buscó el bronce, pero sí la única forma de inmortalidad comprobada que es el recuerdo. Terminaba no pocas de sus cartas con la contundente frase: 

“Cuando no existamos, nos harán justicia”


Hay mucho de nostalgia en sus textos, de conciencia de no reconocimiento, de hacer lo correcto en una soledad que se empeñaba en acompañarlo y que compartía con su compañero Belgrano, quien le escribía poco antes de encontrarlo en la posta de Yatasto: 

“Mi querido amigo y compañero: Mi corazón toma nuevo aliento cada instante que pienso que usted se me acerca; porque estoy firmemente persuadido de que usted salvará a la patria y podrá el ejército tomar un diferente aspecto: soy solo, esto es hablar con claridad y confianza; no tengo ni he tenido quien me ayude. En fin, mi amigo, espero en usted compañero que me ilustre, que me ayude y conozca la pureza de mis intenciones, que Dios sabe que no se dirigen ni se han dirigido más que al bien general de la patria y a sacar a nuestros paisanos de la esclavitud en que vivían”.


Se negó permanentemente a participar en nuestra larga guerra civil y le escribía al Protector de los Pueblos Libres, José Gervasio Artigas el 13 de marzo de 1816:

“Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieren atacar nuestra libertad. No tengo más pretensiones que la felicidad de la patria”. 1


Antes de emprender aquella memorable epopeya del cruce de una de las cordilleras más altas del mundo, hizo jurar a sus soldados el “Código de honor del Ejército de los Andes”, que no dejaba lugar a dudas sobre a qué tipo de militar quería legarle San Martín a la patria:

“La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados, que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. La Patria no es abrigadora de crímenes».


A diferencia de los generales genocidas de la última dictadura militar que quemaban libros y destruían bibliotecas mientras se decían imbuidos del “espíritu sanmartiniano”, el portador legítimo de aquel espíritu, el verdadero San Martín, era un gran lector en francés, latín e inglés, y a todas partes trasladaba su biblioteca personal. Trataba por todos los medios de fomentar la lectura entre sus soldados y entre los habitantes de los pueblos que iba liberando. Cuentan que en los fogones del cruce les leía a los analfabetos fragmentos de obras clásicas con las correspondientes explicaciones.


En cada ciudad liberada fundaba una biblioteca y en su primer testamento de 1818 decidió destinar sus libros para la futura Biblioteca de Mendoza. Creó la biblioteca de Santiago de Chile, donando para ello los 10.000 pesos que el cabildo de Santiago le había entregado como premio por la victoria de Chacabuco. En aquella ocasión dijo el libertador: 

“Las bibliotecas, destinadas a la educación universal, son más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia”.

Parte de su biblioteca personal fue donada a la Biblioteca Nacional de Lima. Fue entonces cuando señaló: 

“Los días de estreno de los establecimientos de ilustración son tan luctuosos para los tiranos como plausibles a los amantes de la libertad. Ellos establecen en el mundo literario las épocas de los progresos del espíritu, a los que se debe en la mayor parte la conservación de los derechos de los pueblos. La Biblioteca Nacional es una de las obras emprendidas que prometen más ventajas a la causa americana. Todo hombre que desee saber, puede instruirse gratuitamente en cuanto ramo y materia le convenga”. 2


San Martín era un claro defensor de la división de poderes y conocía el valor central que ocupa el poder judicial en un Estado. En el Reglamento de los Tribunales del Perú, quedó expresada una vez más la categórica convicción sanmartiniana: 

"La imparcial administración de justicia es el cumplimiento de los principales pactos que los hombres forman al entrar en sociedad. Ella es la vida del cuerpo político, que desfallece apenas asume el síntoma de alguna pasión, y queda exánime luego que, en vez de aplicar los jueces la ley, y de hablar como sacerdotes de ella, la invocan para prostituir impunemente su carácter. El que la dicta y el que la ejecuta pueden ciertamente hacer grandes abusos, mas ninguno de los tres poderes que presiden la organización social es capaz de causar el número de miserias con que los encargados de la autoridad judicial afligen a los pueblos cuando frustran el objeto de su institución". 3


Partió hacia Europa perseguido por los rivadavianos y sólo quiso volver cuando gobernaba su compañero del ejército de los Andes, Manuel Dorrego, y ofrecer sus servicios a la patria que estaba en guerra con el Brasil. Al llegar al puerto se enteró de la desgraciada noticia el asesinato de Dorrego por Lavalle. No quiso desembarcar, pero no se privó de opinar en una carta dirigida a su amigo O’Higgins: 

“Los autores del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia y sus satélites, y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no solamente a este país, sino al resto de América, con su conducta infernal. Si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay entre un hombre honrado y uno malvado”.


Volvió a Francia donde años más tarde lo visitaría Sarmiento dejando una notable semblanza de aquella entrevista: 

“No lejos de la margen del Sena, vive olvidado don José de San Martín, el primero y el más noble de los emigrados… Me recibió el buen viejo sin aquella reserva que pone de ordinario para con los americanos, en sus palabras, cuando se trata de América. Hay en el corazón de este hombre una llaga profunda que oculta a las miradas extrañas…Ha esperado sin murmurar cerca de treinta años la justicia de aquella posteridad a quien apelaba en sus últimos momentos de vida política”. 4


El general estaba cansado y enfermo. Tanta ingratitud, tanta melancolía, tanto extrañar a su patria, a su querida Mendoza habían hecho mella en el invencible. Sufría asma, reuma y úlceras y se había quedado ciego. Se fue dejando morir en silencio, no quería molestar.


Referencias:

1- Arturo Capdevila, El pensamiento vivo de San Martín, Buenos Aires, Losada, 1957.

2- Decreto del Protector de la Libertad del Perú, José de San Martín, fijando la fecha de los actos de inauguración de la Biblioteca Nacional de Lima ,Lima, 14 de septiembre de 1822, en Biblioteca de Mayo, Tomo XVII, segunda parte, Buenos Aires, Senado de la Nación, 1963.

3- Biblioteca de Mayo Tomo XVII, Segunda Parte, op. Cit.

4- Domingo Faustino Sarmiento, “Viajes por América, Europa y África”, Buenos Aires, Eudeba, 1962.


Fuente:

https://www.elhistoriador.com.ar/san-martin-el-general-de-todas-las-epopeyas/